Tengo tantas cosas que hacer en el día que a veces siento que el tiempo no me da para todo. Entre el trabajo, la familia y un sinfín de responsabilidades, ir al supermercado se había convertido en un estrés innecesario. Perder horas empujando un carrito y haciendo cola me parecía absurdo, pero lo hacía porque creía que no había otra opción. Hasta que descubrí que podía recibir la compra en casa…
Y entonces me di cuenta de algo: no se trata solo de comodidad, sino de aprender a valorar mi tiempo. ¿Cuántas cosas hacemos por inercia sin preguntarnos si realmente son necesarias? ¿Cuánto tiempo dejamos escapar en tareas que podríamos simplificar?
A veces creemos que no hay otra forma de hacer las cosas, hasta que probamos algo diferente y nos preguntamos por qué no lo hicimos antes.
No tenéis ni idea de lo que fue para mí descubrir que me podían llevar la compra a casa
Siempre he sido de esas personas que hacen todo a la vieja usanza. Me gusta tocar los productos, ver las ofertas en persona y pasear entre los pasillos llenos de cosas que, sinceramente, a veces ni necesito. Pero, un día, la rutina del supermercado me superó.
Fue en Madrid donde me di cuenta de que podía hacer la compra sin moverme de casa. Puede parecer increíble, pero no tenía ni idea de que existía un servicio de entrega a domicilio en la mayoría de los supermercados. No sé si es que vivía en una burbuja o simplemente nunca me había parado a pensarlo.
Recuerdo que estaba en la caja, con un carrito lleno, esperando en una cola que no avanzaba. Una señora delante de mí le contaba a otra que hacía la compra online y se la llevaban a casa. Se me abrieron los ojos como platos. ¿Cómo que te la llevan? ¿Cómo que no tienes que cargar con todo?
Esa misma noche, investigué. Resulta que muchos supermercados de Madrid ofrecen entrega a domicilio, algunos incluso el mismo día. ¡Yo, con todo lo que tengo que hacer, perdiendo tiempo en colas y cargando bolsas!
Hice mi primer pedido y, cuando el repartidor me dejó la compra en la puerta, sentí que había descubierto un mundo nuevo. Desde ese día, no he vuelto al supermercado de la misma manera. Ahora, si puedo evitarlo, prefiero hacer clic y esperar en casa.
Pasé de largas esperas en supermercados a aprovechar mi tiempo en mi empresa
Madrid es sinónimo de gente. Da igual la hora a la que vayas al supermercado, siempre hay alguien, siempre hay colas, y siempre hay un momento en el que piensas: «¿Por qué estoy perdiendo tanto tiempo aquí?«.
Antes, yo era de esas personas que se pasaban media hora en la caja del supermercado esperando a pagar, con la compra pesando en los brazos y con la cabeza en todo lo que me quedaba por hacer. Porque sí, tengo una empresa, y el tiempo es oro.
Desde que descubrí la compra online, mi vida cambió. Mientras antes perdía una o dos horas en ir al supermercado, hacer la compra y volver, ahora dedico ese tiempo a mi negocio, a mis clientes y a hacer cosas productivas.
Y no solo eso. Ahora también tengo tiempo para mí. Para leer, para ver una serie sin sentir que tengo que correr a todas partes, para organizar mejor mi día. Parece una tontería, pero dejar de ir al supermercado me ha dado horas que antes daba por perdidas.
Adiós a gastar gasolina y sufrir el tráfico de Madrid
Si hay algo que me daba más pereza que hacer la compra era coger el coche para ir al supermercado. Madrid no es precisamente una ciudad en la que conducir sea placentero. Tráfico, atascos, gente cruzando sin mirar, motocicletas que aparecen de la nada… y, lo peor de todo: aparcar. ¡Qué es un verdadero horror!
No sé cuántas veces he dado vueltas por un parking buscando un sitio libre. Es desesperante. Muchas veces terminaba aparcando lejos y cargando con bolsas pesadas hasta el coche. Un suplicio…
Además, la gasolina está por las nubes. Antes no me paraba a pensarlo, pero cada vez que cogía el coche para hacer la compra estaba gastando dinero extra en combustible. Dinero que ahora me ahorro al hacer la compra desde casa. Es una pequeña ventaja que, sumada a las demás, hace que no me plantee volver al supermercado de la forma tradicional.
Mi miedo a comprar congelados desapareció
Al principio, tenía un problema: los congelados. Soy muy maniática con la cadena de frío. No soportaba la idea de que la comida pudiera descongelarse en el trayecto, y, como en Madrid puedes tardar una eternidad en volver a casa por el tráfico, siempre tenía ese miedo. Pensaba en atascos, en semáforos interminables y en la posibilidad de que, para cuando llegara, todo estuviera medio derretido.
Más de una vez, después de llegar a casa, me he encontrado con helados blandos, carnes medio descongeladas y bolsas de verduras con escarcha derretida. Y claro, la duda siempre me asaltaba: ¿se habrá roto la cadena de frío? ¿Seguirá siendo seguro comer esto? Al final, muchas veces terminaba tirando cosas a la basura y sintiendo que había desperdiciado dinero.
Por eso, durante mucho tiempo, me resistí a pedir congelados a domicilio. Pensaba que sería peor, que si yo no podía garantizar que llegaran perfectos a casa en mi propio coche, mucho menos lo haría una empresa de reparto.
Hasta que un día decidí probar. Me arriesgué con un pedido pequeño pensando que, si salía mal, simplemente no volvería a hacerlo. Pero cuando recibí la compra, mi sorpresa fue enorme: los supermercados que reparten a domicilio utilizan cajas especiales y sistemas de conservación que mantienen los productos a la temperatura adecuada.
La primera vez que me trajeron congelados, revisé todo como si fuera inspectora de sanidad. Estaban perfectos, incluso mejor que cuando los llevaba yo misma. Desde ese día, ya no tengo miedo a pedir helados, carnes o verduras congeladas. De hecho, cuando me asesoré con varios supermercados de la zona, y gracias a Extrainvest Magazin, tienda física y online que vente en su web todo tipo de productos de calidad, descubrí que debía buscar un supermercado que le diera tanta importancia como ellos a que el lugar que escogiese pasasen sus alimentos por un estricto control de calidad y que cumplían con todos los estándares de seguridad alimentaria necesarios. ¡Y eso fue lo que hice!
No hay diferencia con traerlos en el coche, más bien es mejor, porque ellos tienen sistemas adecuados y yo me ahorro el estrés de correr a casa para que nada se descongele.
A partir de ahora, me paso a la compra online
Una de las cosas que más me gustan de la compra online es la facilidad con la que puedes hacerlo. Al principio pensaba que sería un lío, que me iba a perder o que tardaría más que yendo en persona. Pero no, es súper intuitivo.
Eso sí, descubrí que algunos supermercados te piden un pedido mínimo, generalmente 40€, para llevarte la compra a casa. No es un problema para mí, porque normalmente gasto más de eso, pero es algo a tener en cuenta.
Lo mejor de todo es que ni siquiera tienes que ir al supermercado para que te preparen la compra. Algunos permiten que hagas el pedido directamente desde su página web y te lo llevan a casa a la hora que elijas. Me encanta esta opción porque puedo hacer la compra mientras estoy en el sofá, con calma y sin prisas.
Ya no tengo que perder el tiempo recorriendo pasillos, buscando productos o comparando precios en las etiquetas minúsculas. Ahora, con unos cuantos clics, tengo la compra lista sin moverme de casa.
Es una comodidad que no cambio por nada.
No todo es perfecto, pero compensa
Voy a ser sincera: no todo es color de rosa con la compra online.
A veces te sustituyen productos si no hay stock, y no siempre aciertan. Alguna vez me han traído una marca diferente, un envase más pequeño o un producto con una fecha de caducidad más corta de la que yo hubiera elegido. Y sí, fastidia cuando pides algo concreto y te llega otra cosa.
También hay días en los que los repartos se retrasan. No es lo habitual, pero, cuando pasa, da rabia, sobre todo si contabas con ciertos productos para cocinar. O cuando te das cuenta de que olvidaste algo y ya no puedes añadirlo sin hacer una compra nueva.
Pero, en balance, las ventajas superan por mucho a los inconvenientes. Prefiero que me traigan una marca diferente o que un yogur caduque antes a perder una tarde entera en el supermercado. Con el tiempo, aprendes qué supermercados son más cuidadosos y cuáles parecen hacer los pedidos con los ojos cerrados.
En general, mi experiencia ha sido positiva. Desde que dejé de ir al supermercado de manera tradicional, tengo más control sobre mi tiempo y mis gastos. Sí, hay pequeños fallos, pero la comodidad y el ahorro de tiempo hacen que todo valga la pena.
Y, por eso, jamás iré a comprar a un supermercado de nuevo
Lo que para mí era una tarea obligatoria y agotadora se ha convertido en algo que puedo gestionar desde casa con total comodidad.
Me ahorro tiempo, gasolina, esfuerzo y estrés. Puedo dedicarme a mi negocio, evitar colas interminables y recibir mis compras sin mover un dedo. Además, mis preocupaciones con los congelados se han esfumado y ahora sé que la cadena de frío se respeta perfectamente.
Para quienes todavía no han probado la compra online, mi consejo es que lo hagan al menos una vez. Puede que descubran, como yo, que no hay vuelta atrás.